Hombres del Siglo XX, de August Sander

La pequeña sala (En tamaño, no en importancia) que incorporó La Fábrica a su nuevo espacio de la madrileña calle Alameda, sirve de marco en estos días para la exposición “Hombres del Siglo XX”, de August Sander.

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El origen humilde del fotógrafo, como hijo de un carpintero que trabajaba en una mina, marca la producción fotográfica de este autor interesado por el trabajo. Después de trabajar durante un tiempo en la mina, ayudando a un fotógrafo, sander se inició a la vez en la fotografía y en el conocimiento del trabajo más duro y de las condiciones en las que vivían los trabajadores, lo que le llevó interesarse por los marginados, por las clases sociales más bajas o por aquellos que de algún modo eran relegados a un segundo plano social,  aunque posteriormente pasó a retratar a integrantes de todas los estratos sociales y económicos de la república de Weimar en uno de los catálogos antropológicos más interesantes que dio el siglo XX.
Su interés por retratar la riqueza de tipos de la Alemania de su tiempo sin rechazar a los ciegos, los enanos o los deformes entre otros le valió el odio del partido nazi, de tal modo que su hijo Erich fue detenido en el año 1934 y condenado a diez años de prisión hasta que en 1944, poco antes de acabar la guerra y su condena, murió.
En el año 36, los nazis incautaron su libro “Antlitz der Zeit” (El rostro de nuestro tiempo) y destruyeron las placas, lo que motivó que en la siguiente década se centrara en la fotografía de paisaje y naturaleza.
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La colección de retratos que se muestra en la sala de La Fábrica, muestra personas con malformaciones, ciegos, retratos de difuntos pero también personajes elegantemente vestidos, madres con sus hijos, trabajadores ejerciendo los más duros oficios, etc, y todos ellos exhiben un gesto sosegado que les iguala en dignidad, miran complacidos a una cámara que los unifica, que los iguala. Todos los alemanes tuvieron cabida en “Hombres del siglo XX”
En los retratos de Sander no hay un especial interés por lo grotesco o marginal, ni siquiera por la clase trabajadora de la que procedía, sino por el ser humano en toda su dimensión y variedad. Con sus fotos, todas del mismo formato y tamaño, hizo tábula rasa sobre una sociedad tan dividida en clases y condiciones económicas dejándonos en herencia un conocimiento profundo de los alemanes de la época y una muestra perfecta de que todos somos iguales, especialmente ante una cámara.
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Creo que todos son motivos suficientes para darse una vuelta por la calle Alameda y disfrutar de la exposición.

Los fotógrafos del pánico

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© Paul Hansen

Hasta el próximo día 13 de octubre se podrá visitar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid la exposición de las fotografías ganadoras en la más reciente edición del concurso World Press Photo, que busca premiar lo mejor del fotoperiodismo mundial en cada edición.
A la entrada de la exposiciòn, la organización ha colocado una enorme cámara a través de cuyo objetivo se accede a la sala y que sirve para que los visitantes se retraten en su interior de forma jocosa. Reconozco que me sorprendió ver aquella enorme cámara Canon actuando a modo de photocall por lo frívolo de la situación en la antesala de una muestra de fotos donde prima el dolor y la tragedia, pero tal vez sea un signo del quo vadis actual del fotoperiodismo, o al menos del premiado por el World Press Photo.
La sala de Círculo de Bellas Artes muestra una extensa colección de fotografías de indudable calidad  y fuerza pero que no consiguieron que me desprendiera de esa sensación de déjà vu que me acompaña cada vez que acudo a ver este tipo de muestras. No puedo evitar sentir que ya he visto antes las imágenes y que las seguiré viendo en futuras ediciones. No veo nada nuevo, nada que no conozca ya aunque las fotos sean inéditas para mis ojos. Supongo que es inevitable pues los temas siguen siempre los mismos, año tras año, fotógrafo tras fotógrafo.
El dolor, el sufrimiento y la tragedia se mantienen aunque cambien los conflictos, aunque caigan unos tiranos y broten nuevos criminales. La tragedia de una madre que pierde a un hijo es igual en el sitio de Madrid durante la guerra civil que en la guerra de los balcanes o en las calles de Alepo. La muerte tiene el mismo rostro en cada guerra, en cada campo abonado para el dolor, pero los escenarios sociales, políticos y de otra índole han cambiado. Son otros los motivos y otras las situaciones sociales pero no encuentro eso en las fotografías expuestas en el Círculo de Bellas Artes. Sólo veo los mismos recursos de siempre, las mujeres llorando, el humo de las bombas, los cadáveres destrozados, el sufrimiento más visible y más inmediato.
Hace mucho tiempo que echo en falta otro tipo de fotoperiodismo, uno que no esté condicionado por la inmediatez de los medios actuales que exigen tener la foto en el instante para ser mostrada en internet en cuestión de segundos, uno que vaya a la raiz de cada situación, que estudie los factores determinantes de cada caso, que muestre lo que hay más allá de la sempiterna foto de la madre con el hijo difunto en los brazos, de los cadáveres en las calles, que buscan el impacto emocional e incluso sensacionalista por encima del reportaje de fondo, del periodismo con mayúsculas, Echo de menos a Robert Capa, a Eugene Smith, a tantos otros que fotografiaron desde las raíces y a fondo cada conflicto al que acudieron rehuyendo la fotografía fácil que busca el impacto pro encima del reportaje de fondo.
No culpo sin embargo a los fotógrafos, no me cabe duda de que los premiados son grandes profesionales que realizan su trabajo en base a las exigencias de las publicaciones actuales, que son víctimas de nuevos estilos, nuevos modos de entender el periodismo más preocupados por lo inmediato, lo que demanda la sociedad de la televisión privada y de las noticias al instante en internet.
Los medios actuales de difusión de la noticia no sólo influyen negativamente, según mi particular opinión, por su inmediatez y tendencia al sensacionalismo, sino por su abundancia, pues esta da lugar a una saturación visual que insensibiliza al espectador ante la visión del dolor. Hemos visto ya tantas imágenes de personas que lloran la muerte de un hijo en sus brazos, hemos visto ya tantos cadáveres entre escombros, tanta muerte y destrucción, que un nuevo visionado sólo produce indiferencia. De este modo, ante una fotografía tan desgarradora como la del fotógrafo Paul Hansen, ganadora del primer premio, se ha comentado mucho más la anécdota ridícula de un posible retoque de colores que de la tragedia de la que es testigo y portavoz.
Es este un asunto complejo, la prevalencia del impacto en el ojo sobre el impacto en la conciencia, de la inmediatez sobre el reportaje de fondo se va adueñando del fotoperiodismo actual y no parece que la situación vaya a cambiar, ni siquiera sé si debe cambiar o este el derrotero que le corresponde seguir. El dolor es universal y se debe mostrar para intentar evitar su repetición, y no siempre es posible hacerlo al antiguo modo.
La exposición del World Press Photo muestra el trabajo de grandes profesionales y constituye por si misma un retrato de la situación actual del mundo no sólo en su aspecto más trágico. Hay trabajos en categoría de vida cotidiana como los de Søren Bidstrup y su familia o el de las trabajadoras sexuales de Paolo Patrizi que me recuerda tanto a “the waiting game” de Txema Salvans. O las magníficas fotografías de naturaleza de Paul Nicklen y sus pinguinos emperadores o el tiburón ballena de Thomas P. Peschak. Me encanta la fotografía de la mujer lectora en un vertedero de Micah Albert por su poesía y belleza dentro de la situación dramática sobre la que informa. El retrato cotidiano de los Oglala Lakota realizado por Aaron Huey o el retrato desgarrador pero hermoso de Natalia obra de Felipe Dana son muestras de que otro fotoperiodismo es posible.

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© Felipe Dana

Creo que la exposición sólo es la muestra de un mal endémico del periodismo actual pero no es su causa y bien merece una visita, aunque sólo sea para después subir a la segunda planta y disfrutar de la exposición antológica de Catalá Roca a la que sólo puedo calificar de imprescindible para cualquier aficionado a la fotografía.

Seda de Caballo, de Manuel Vilariño

Esta misma tarde, en el edificio de la antigua Tabacalera de la calle Embajadores, se inaugura la exposición retrospectiva de la obra de Manuel Vilariño titulada “Seda de Caballo”

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La exposición es un catálogo de las filias y fobias particulares del autor que le han acompañado a lo largo de su ya muy extensa carrera como fotógrafo. Manuel Vilariño fotografía la naturaleza pero no como lo haría un fotógrafo documental, sino que se sirve de ella para hablar de la muerte, del tiempo o incluso de la naturaleza humana, y para ello construye naturalezas muertas en las que animales muertos o disecados se mezclan con herramientas, velas o con polvo de especias multicolores como las que forman la serie Paraíso Fragmentado y que fueron la apuesta española en la bienal de Venecia del año 2007, año en el que obtuvo el premio nacional de fotografía.

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Es esta una fotografía conceptual  que resulta bella por si misma, no importa si el espectador conoce lo que hay tras de ellas. Vilariño es un fotógrafo que escribe, y en cada una de sus fotos se nota la influencia de los autores a los que admira, de sus propios textos y de los temas que le obsesionan, del amor por la naturaleza y de la presencia ineludible de la muerte. Desde el uso de hilos rojos a los “Detentes” que acompañan a algunos animales, todo está lleno de una carga conceptual que resulta más patente en las dos instalaciones que a acompañan a la exposición, una montaña de cúrcuma que impregna de olor la entrada y una esfera de pelo de caballo que da título a la muestra. Sin negarles un interés evidente, en mi opinión particular son lo menos interesante de esta exposición en la que las fotografías hablan por si solas, sin necesidad de acompañamientos.

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Son imágenes impactantes, duras a veces, pero nunca hirientes por su serenidad y por su potente belleza visual. Desde los retratos en blanco y negro de animales disecados que abren el recorrido por la exposición hasta los paisajes que la cierran, todo forma un conjunto coherente y hermoso que hace más que recomendable la visita.

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Más información: http://www.mcu.es/promoArte/Novedades/SedaDeCaballo_Vilarino.html