Conocemos el mundo a través de los fotógrafos, sabemos de su realidad más inmediata o de sus ficciones más íntimas viendo lo que ellos ven cuando miran a través del visor. El fotógrafo capta lo que se le presenta delante, atrapa su visión subjetiva convirtiendo sus fotografías en escaparates por los que pasea la vida entera. Pero sucede también que, en ocasiones, los fotógrafos giran la cámara y apuntan hacia si mismos, se convierten en el motivo de sus fotografías, ellos son los creadores y a la vez son la creación. Son muchos los fotógrafos que han hecho del autoretrato una parte importante de su trabajo, cuando no el todo. Hablaré aquí de los que más me interesan entre los que conozco, los que considero que han ido más alla de la mera autorepresentación para convertir en arte el culto a si mismos y que lo han hecho de una forma más original.
Cindy Sherman, personalidad múltiple
Cynthia Morris Sherman (Glen Ridge, Nueva York, 1954) era la menor de cinco hermanos que habitaban en un suburbio newyorkino y eso hizo que se criara en un entorno poco propicio al desarrollo de las artes, al contrario, siempre afirmó que no fue hasta que inició los estudios universitarios en Buffalo que comenzó a familiarizarse con las artes visuales, no obstante antes había pasado por la escuela de artes. Como tantos artistas, comenzó dedicándose a la pintura pero pronto sintió que en ese terreno no tenía más que comunicar y de este modo pasó a la fotografía. En la universidad formó un espacio para artistas llamado Hallwalls donde ella y otros artistas exponían, y de allí se mudó a NY para dedicarse por entero a la fotografía en un loft en Fulton Street. Sería en este espacio donde comenzaría a realizar sus primeros autoretratos conceptuales que serían conocidos como Complete Unititled Film Stills (1977-1980).
© Cindy Sherman, de “Complete Unititled Film Still”
En estos retratos, Sherman se retrata disfrazada para que sus fotografías parezcan escenas de películas desconocidas con una estética muy cercana al cine negro. Aquí comenzaría a descubrir lo mucho que podía expresar siendo ella el motivo principal de sus fotografías, muy cargadas de un peso conceptual latente en cada una de ellas. A esta serie siguieron otras como “Retratos Históricos” donde se trasviste para convertirse en personajes masculinos protagonista de cuadros clásicos. Sherman aparecía en cada una de las fotografías pero más bien como una actriz o como una modelo, no como ella misma, de tal modo ella nunca consideró que estaba haciendo autoretratos sino fotografías en las que ella aparece, de forma casi circunstancial.
© Cindy Sherman, de “History Portraits“
Para entender la importancia de su obra hay que situarse en la época, en un momento en el que la presencia femenina en las fotografías solía venir acompañada de un rol erótico, un mero complemento sexual, un adorno. El que Sherman se fotografiara con disfraces, rehuyendo el desnudo o las tomas eróticas, contribuyó a afirmar el feminismo que cobraba auge en la época. Ahora la mujer no era un objeto de deseo, era protagonista, era secundaria, era juez y parte. Sherman adopta multiples personalidades y siempre sus poses resultan artificiales y teatrales, incidiendo de este modo en las multiples caras de la femineidad, unas veces representando los más arraigados clichés y en otras dando un paso más allá. A partir de los ochenta, las poses y escenificaciones pasan de reflejar situaciones estereotipadas en las que la mujer desempeña roles clásicos del cine para mostrar en su obra Centerfolds mujeres que son víctimas de abuso sexual, que viven al márgen, que son abandonadas, mujeres que sufren. Ese cambio marcó el resto de su carrera, Cindy Sherman ya no era la fotógrafa que captaba la representación clásica de la mujer en el cine y otras artes visuales, ahora ella iba más allá y mostraba a una mujer real dentro de la teatralidad de sus imágenes como ha seguido haciendo en el resto de su muy extensa obra La obra de Sherman no tiene valor por la calidad técnica o visual de su obra, sino porque la autora demostró con ellas la importancia que el concepto, el fondo de una obra puede tener sobre la forma. Cada una de sus muchas fotografías es una performance que sólo tiene lugar para ser captada en la fotografía, pero a su vez cada fotografía no tendría sentido si no reflejara un momento en una performance. El fondo por encima de la forma, el mensaje por encima del medio y todo ello realizado de tal forma que es fácil olvidarse de que lo que captan sus fotografías no es real, incluso de que es la misma persona la que aparece en ellas, y que ante su contemplación sólo veamos la mejor fotografía.
Martin Parr, la consagración de lo kitsch
Martin Parr (Epson, Surrey, UK, 1952) es el fotógrafo del kitch, el gran retratista de la clase media británica y mundial, el poeta de la realidad más inmediata y menos sofisticada, el maestro del día a día. Miembro de Magnum desde 1994, Parr es uno de los más grandes documentalistas sociales y de los que más importancia dan en su obra al sentido del humor .
Martin Parr estudió fotografía en la Escuela Politécnica de Manchester a principios de los años setenta, y a comienzos de la siguiente década comenzó a reflejar la forma de vida de la clase media-baja británica, sobre todo de los más castigados por el gobierno de Margaret Thatcher. A partir de entonces, Parr ha recorrido el mundo fotografiando a su paso a los ciudadanos de a pie, con sus glorias y sus miserias. Sus fotografías usan siempre el color y casi siempre el flash directo, lo que intensifica el caracter kitsch de su obra que ya determina en gran parte la temática de esta.
En sus muchos libros, tales como Common Sense o Small World, retrata los devenires de la clase media en su vida diaria, en sus trabajos y en su ocio, y es fotografiando el ocio cuando Martin Parr incide en el turismo, en cómo nos comportamos cuando nos convertimos en consumidores de viajes organizados, en recopiladores de instantáneas de monumentos, en esa marabunta multicolor que traslada divisas y devuleve souvenirs. Los souvenirs, la forma en la que los turistas guardan el recuerdo de sus visitas a otros lugares, han atraído a Parr siempre de forma especial y los ha fotografiado constantemente, y de entre los souvenirs que él ha recopilado y fotografiado, destacan aquellos encontrados en muchos países que le permiten insertar su propia imagen tomada por algún fotógrafo callejero o por un fotomatón. Martin Parr aparece retratado en los objetos más dispares y en las situaciones más ridículas; Dentro de la boca de un tiburón, junto a un Messi virtual en el Camp Nou, entre flores abigarradas, dentro de una copa saturada de brillos… etc.
El fotógrafo de nuevo es el objeto de su trabajo y lo hace convirtiéndose en aquello que tanto le llama la atención, en chatarrería hortera para turistas sin gusto, en mediocres objetos de consumo, de este modo se consagra el culto más sublime al kitsch que inunda su trabajo, siendo él mismo parte de los souvenirs, rompiendo la habitual distancia entre fotógrafo y fotografiado para alcanzar la perfecta comunión entre el artista y su obra que se convierten ahora en una misma cosa. El resultado es brillante, un culto a lo hortera elevado a obra de arte por el poder de la cámara de Martin Parr y por su devoción hacia lo que fotografía.
Vivian Maier. Al otro lado del espejo
A estas alturas, todo el mundo ha oído hablar de la niñera fotógrafa, pero hasta hace bien poco, Vivian Maier era una total desconocida.En 2007, John Maloof se encontraba buscando documentación para un libro sobre Chicago y en una subasta se hizo con un archivo de fotografías que habían sido adquiridos por la casa de subastas en un almacén de muebles cuyo arrendatario había dejado de pagar el alquiler.
Maloof reveló algunos de esos carretes para venderlos en la red, y en ese momento Allan Sekula contactó con él para impedir que se dispersara el material que tenía una calidad que Maloof no había sido capaz de apreciar. A partir de ese momento, John Maloof se dedicó al rescate de la obra de Vivian Maier. Gracias a esto podemos ahora disfrutar del trabajo de la niñera fotógrafa.
Vivian Maier, hija de refugiados judíos, pasó casi toda su vida en Estados Unidos. A principio de los años 30, su padre abandonó a su madre y madre e hija vivieron por una temporada con Jeanne J. Bertrand, una fotógrafa surrealista que tal vez inició la vocación de Vivian.
Maier no era fotógrafa profesional, se ganaba la vida con diferentes, sobre todo siendo la niñera de una familia del North Side de Chicago después de haber viajado a diferentes paísesa asiáticos. En sus contínuos paseos que la llevaban a casa de los niños que cuidaban y de vuelta a la suya realizó gran parte de sus fotografías que no revelaba porque no se lo podía permitir, pero no le importaba, seguramente para ella el resultado de cada foto era indiferente.
Vivian Maier fotografiaba su entorno de forma compulsiva, pero no de una forma desordenada, sino cuidando cada fotografía y creando así un archivo privilegiado de tipos y personajes de su época. La suya es una mirada atenta que analiza y disecciona la sociedad que se muestra en las calles, es como un certero bisturí que extrae lo mejor, lo más jugoso de la vida y deshecha lo accesorio.
Maier retrata su mundo en todas sus facetas, y ella es parte de ese mundo lo que le lleva a retratarse reflejada en espejos, escaparates y otras superficies reflectoras, siempre con un gesto hierático con la mirada atenta a su reflejo mientras sostiene Rolleiflex a la altura del vientre. Los suyos son autoretratos sin planificar, ella caminaba y cuando encontraba su reflejo, lo retrataba, sin más, sin mayores pretensiones, como una constancia de su vida que era la vida de su ciudad.
Vivian Maier falleció en 2008, viviía en la pobreza y los niños a los que cuidó en su día ahora le pagaban el alquiler del apartamento.
Caminando sobre el cielo resbaló y se golpeó en la cabeza, cuatro meses después falleció en una residencia de ancianos, a los 83 años, dejando un tesoro latente en un trastero de alquiler.
Mariano Icaza/ Atos Alde. ¿Existe el estilo?
Mariano Icaza es un fotógrafo español que no goza de demasiada fama pero entre cuyos trabajos hay uno que llamó mi atención de forma muy positiva cuando lo vi por primera vez. Inspirado por al frase de Roland Barthes que afirma “Lo que la fotografía reproduce es algo que ha tenido lugar una sola vez, luego muere, expira, nunca se repetirá”, se planteó por qué no recuperar determinados momentos, revivir a grandes retratistas que a su juicio han marcado estilo y creado tradición.
© Atos Alde retratado por Walker Evans
Para ello, Mariano Icaza decidió autoretratarse evocando el estilo de autores como Rodchenko, Avedon, Chambi, Mapplethorpe, Gonnord o Alberto Alix entre otros, dando lugar a un interesantísimo ejercicio de estilo en el que su alter ego, “Atos Alde” es retratado por todos estos grandes maestros.
© Atos Alde retratado por Helmut Newton
Las fotografías resultantes, además de un innnegable valor estético, constituyen una reflexión sobre el estilo y sobre si este es único o es imitable y adaptable a otros autores. Mariano Icaza recurre a determinados tópicos sobre la obra de cada autor y por un momento creemos estar viendo fotografías con la firma de los grandes, nos olvidamos de que la fotografía es de nuevo una gran mentira, una ilusión, y el fotógrafo, el más tramposo de los ilusionistas.
© Atos Alde retratado por Cindy Sherman
Kelly Connell, Una más Una igual a Una.
Me interesa mucho el trabajo de Kelli Connell, una fotógrafa norteaméricana nacida en 1974 cuyo trabajo muestra diferentes facetas de la vida privada de una pareja formada por dos mujeres, desde el ámbito más público hasta el más privado. Son fotografías de una gran belleza, que investigan en la vida diaria de la pareja contándonos su historia de amor, su intimidad, los matices de una relación.
De nuevo, la fotografía miente, no existe tal pareja, no hay dos mujeres, tan sólo es la propia Kelli Connell que se fotografía y después de escanear los negativos los monta en photoshop creando una muy hermosa ficción.
Son muchos los autores que han usado su propia imagen desde que existe la fotografía y reflejarlos aquí a todos sería una tarea inabarcable, creo que estos cinco botones constituyen una buena muestra.
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