De vez en cuando alguna noticia salta al ágora fotográfica y se convierte en tema de conversación, aunque la voracidad de las redes sociales se la traguen en poco tiempo.
Hace unos días ha sido muy comentada la extraña decisión que ha tomado la agencia Reuters obligando a sus fotógrafos en trabajar con formato Jpg y no admitiendo el Raw. El argumento esgrimido por la agencia para defender tan peculiar decisión ha sido el de evitar la manipulación de las imágenes, ante lo cual cabe reflexionar desde diferentes puntos de vista.
En primer lugar, qué triste es que una agencia de fotografía tenga que pedir a sus fotógrafos que no manipulen, esto debería hacernos reflexionar sobre los derroteros que la fotografía periodística está tomando de un tiempo a esta parte. Sobre este punto prefiero incidir más adelante.
En segundo lugar, deberíamos saber qué se considera manipulación y qué no. Yo lo tengo claro, quitar o poner es manipular, mejorar luces o colores, no lo es, pero cada cual tiene su visión particular al respecto.
En tercer lugar, ¿Qué hace pensar a los directivos de Reuters que un Jpg por el mero hecho de ser Jpg no está manipulado? ¿Hasta ese extremo llega su desconocimiento de los procesos digitales?
Una fotografía en Jpg puede ser manipulada con Cámera Raw o con Lightroom, con una pérdida de calidad mayor que si se tratara de archivos Raw, sin duda, pero pueden ser manipulados. Además, la agencia aclara que admite recortes y retoques en luces o colores, en ese caso ¿Qué más da que sea Raw o Jpg si permite el paso por un software de edición? ¿Cómo podrá saberse si una fotografía ha sufrido retoques leves o serias manipulaciones si se modifica el Jpg original?
La historia del fotoperiodismo reciente está llena de ejemplos de manipulaciones, en ocasiones ultrajantes, que no tienen nada que ver con Raw o Jpg sino con determinada falta de moral. La foto de Sarkozy con su michelín desaparecido, la de Acebes adelantando milagrosamente su posición, el público de un partido de fútbol repetido o la felicitación navideña de la Casa Real Española son ejemplos de foto montajes digitales que suponen una vergüenza sin que importe si la fotografía se tomó en Jpg, en Raw o en cualquier otro formato existente.
El michelín desaparecido de Sarkozy (Fuente: Quesabesde)
El paso adelante de Acebes (Fuente: Quesabesde)
Los espectadores clonados (Fuente: Quesabesde)
La felicitación de la Casa Real (Fuente: Quesabesde)
Todo esto es absurdo se mire desde donde se mire, por la ignorancia de los procesos técnicos por parte de quienes han dado la órden y por pensar que la manipulación es cosa de la fotografía digital. Desde que existe la fotografía, el laboratorio ha sido algo más que un cuarto donde convertir la imagen negativa en positiva. A base de máscaras, filtros o tapados, los fotógrafos han corregido los tonos, luces, sombras o colores de sus fotografías hasta ajustarlas a lo que ellos quisieran transmitir, o simplemente a la realidad en el momento de la toma que la cámara no acabó de captar.
Un ejemplo de los apuntes previos al revelado final en una fotografía de la agencia Magnum
Corregir o mejorar no es mentir, no es cambiar la información transmitida por una fotografía. La foto de la niña del Napalm tomada por Nick Út fue recortada obviando a varios soldados americanos, la fotografía de los milicianos españoles disparando sobre un caballo muerto de Agustí Centelles también fue recortada y en cierto modo escenificada, pero eso no las convierte en manipulaciones, siguen siendo fieles testimonios de su momento histórico.
Y no podemos dejar de lado que en múltiples ocasiones la manipulación puede ser previa a la toma. Podremos encontrarnos con fotógrafos que entreguen su Jpg sin procesar, directamente desde su cámara, pero que lo fotografiado no corresponda con la realidad que intentan documentar. No nos olvidemos de que la mirada del espectador es inocente y no conoce qué hay detrás de la fotografía, no sabe del momento ni la situación.
La fotografía del miliciano español de Robert Capa revolucionó el foto periodismo internacional, pero las dudas sobre su autenticidad son tantas y tan fundadas que uno se plantea si en lugar de un hombre asesinado no estaremos viendo una ficción. Tenemos otros ejemplos, muchos por desgracia y muy recientes, como el del niño Marwan perdido en el desierto que resultó no estarlo o la más reciente de otro niño, Aylan, el refugiado de tres años muerto en la orilla del mar pero que había sido colocado en el punto en el que lo fotografiaron para causar un mayor impacto. Las fotografías manipuladas existirán mientras existan los manipuladores, cambiarán las herramientas pero no la actitud.
La polémica fotografía de Robert Capa
Volviendo al primer punto, cabe preguntarse si no será más lógico que Reuters, o cualquier otra agencia o medio de comunicación, contratara fotógrafos con un código deontológico correcto, que no mientan ni antes ni después de tomar su fotografía en lugar de recurrir a debates sobre si Raw, si Jpg, que es como debatir sobre galgos y podencos elevando los principios de McLuhan a la categoría de dogma. Pero no nos olvidemos del cariz de los tiempos que nos han tocado en suerte, ahora se busca la inmediatez por encima de la profundidad y del trabajo a conciencia. Ahora lo que importa es tener la imagen sobre cualquier cosa publicada en internet casi en el momento en que ocurre, y no importa si la fotografía es tan pobre que la podía haber tomado un niño con un móvil, lo único que cuenta es vender más siendo los más rápidos.
Atrás quedaron los reportajes pausados, documentados, realizados con calma siempre dentro de la urgencia que exigía cada momento. Claro que entonces se contraba a los grandes, ahora cualquiera con una cámara es fotógrafo y así nos va.
Como conclusión quiero reseñar el cambio en sus políticas de admisión de fotografías que World Press Photo acaba de Publicar. Tal vez cansados de que la últimas ediciones del concurso se vieran manchadas por la polémica de manipulaciones o posibles manipulaciones en las fotografías ganadoras, WPF ha publicado una serie de instrucciones de cara a futuros participantes donde deja claro en forma de cuatro vídeos qué admitirán y qué no. Sin duda esta es la política más apropiada, la que deja claro desde el primer momento qué comportamientos no serán admitidos sin perderse en disquisiciones ridículas sobre formatos.
En fin, malos tiempos estos para el foto periodismo, ojalá pronto las aguas vuelvan al cauce de la sensatez.